¿MERECEMOS GOBIERNOS QUE GENERAN PRECARIEDAD?

Hace unos días compartía en redes sociales la siguiente reflexión: “Si una persona por necesidad tiene que acudir, de forma reiterada, a los planes de empleo es que algo no funciona. ¿falla la persona, los políticos, la formación o es el sistema económico?” 

Se trata de un tema tabú en Canarias, que genera bastante indignación entre los empresarios y los trabajadores que se esmeran cada día por mejorar su situación. Así mientras unos se afanan por progresar de forma independiente, parece que hay un grupo de personas, cada vez mayor, que no tienen que esforzarse ni hacer nada. Ni estudian, ni trabajan. Solamente deben esperar en sus casas a que salga un “plan de empleo” de un ayuntamiento o un cabildo que les rescate del paro con un contrato temporal para ir escapando y subsistir lo justo para ir tirando hasta enganchar con otro contrato. Después vuelta al paro y a reiniciar el circulo vicioso. Ese es el cuadro a muy grandes rasgos, salvo excepciones, porque lamentablemente en Canarias siguen existiendo personas que realmente necesitan ayuda para alcanzar un trabajo de calidad.

La clave de la reflexión inicial se encuentra en la expresión “acudir de forma reiterada”, ya que todos, en cualquier momento, podemos vernos ante una penuria o necesitar ayuda puntualmente. Hay casos individuales que no pueden ser juzgados a la ligera, cada uno tiene sus circunstancias personales. Aquí esos casos no se ponen en duda, ni se critican. Sin embargo, si analizamos con objetividad, los conocidos como “planes de empleo” hay en ellos aspectos que fallan especialmente con respecto a las personas que “acuden de forma reiterada” a esta forma de contratación laboral y que no logran salir de la precariedad. Se supone que el objetivo debe ser que un desempleado contratado pueda prosperar y que jamás vuelva a necesitar este tipo de recursos.

Estamos ante un problema más grave de lo que parece. Por tanto, conviene dejar de tratar el asunto como un tabú. Debemos intentar aclarar la situación para fomentar un debate público en el cual se puedan plantear soluciones por las partes afectadas. 

A primera vista parece que falla la persona que se estanca y no hace nada por superar su situación, se conforma, no mejora su formación, no amplía sus expectativas laborales. Sin embargo, aunque no es una regla que se cumpla siempre, sí hay algunos casos en que falla la persona, cuando se presta a negociar y solicitar a un gobernante un puesto de trabajo, a cambio de no protestar o de sumisión, incluso ofreciendo su voto o el de su familia como medio de pago por un futuro empleo precario.

Si seguimos analizando esta cuestión, es evidente que falla el gobernante que manipula y chantajea ofreciendo puestos de trabajo precario a cambio de fidelidad y votos cautivos. El gobernante que actúa así es éticamente un miserable pues pretende sacar provecho de la vulnerabilidad del desempleado. Su actuación se llama clientelismo. También falla el gobernante cuando no logra, por falta de interés y empeño, que los ciudadanos no recaigan en el círculo vicioso del desempleo y la dependencia económica. Por supuesto, falla el gobernante que se esfuerza más en presumir de “dar” trabajos temporales, que en lograr la prosperidad de los trabajadores. Así mismo, falla el gobernante que se vanagloria de escenificar en público la firma de contratos de trabajo vulnerando la dignidad e imagen de los desempleados que no tienen motivos para verse expuestos como maniquíes en un escaparate.

En casos así, lamentablemente, también se puede considerar que falla la prensa que interviene voluntariamente, como cooperador necesario, para difundir, no información, sino actos de propaganda que degradan los derechos laborales y explota la pobreza ajena.

Por otro lado, también se puede detectar que falla la oposición que no trata este problema endémico en Canarias por ser un tabú y teme que si lo afronta puede perder votos. De esta forma, falla la oposición política, en su labor de control, ya que no defiende suficientemente los derechos laborales de los ciudadanos, no combate la precariedad y permite la distorsión que hace el clientelismo de la democracia.

A su vez, fallan los sindicatos, puesto que callan y permiten estas prácticas, acomodados en su particular corporativismo, cuando es a ellos a quien corresponde estar en primera línea para combatir estas prácticas clientelares en el ámbito laboral.

Por supuesto también fallan los empresarios que no reclaman acabar con estas prácticas de contratación laboral precaria sabiendo que también les perjudican, pues generan mano de obra cualificada acomodada, aspirante a entrar por la puerta fácil a la función pública, y también generan mano de obra no cualificada totalmente desmotivada que prefiere esperar al sorteo del “plan de empleo” que trabajar por cuenta ajena con empresarios. Además, esta precariedad termina por afectar negativamente al poder adquisitivo de los consumidores locales lo que repercute a su vez en las ventas de los empresarios más cercanos. Este modo de contratación laboral convierte a las administraciones en desleales y duras competidoras de las empresas locales en el mercado laboral. Las empresas van cerrando, los ayuntamientos y cabildos no. Las empresas dejan de prestar servicios por falta de trabajadores. Mientras el gobernante de turno va atrapando bajo su influencia más mano de obra que se va volviendo cada vez más dependiente.  

En fin, es hora de abrir los ojos para darnos cuenta que fallamos todos los ciudadanos al permitir que el derecho al trabajo sea degradado y transformado en una limosna, en un “regalito” caprichoso e indigno del gobernante de turno al desempleado para que este se porte bien y cumpla devolviendo el favor cuando sea necesario. Pronto tendremos a nuestra disposición una fracción del poder manifestada en nuestro derecho al voto. ¿Qué hacer?, ¿Quieres utilizar tu voto para decidir o no si seguimos igual? 

Por último, me faltó mencionar al cura, entiéndase en sentido irónico. Mejor es recordar estas palabras: “Asimismo el trabajo precario es una herida abierta para muchos trabajadores, que viven con el temor de perder sus trabajos. He escuchado esta angustia muchas veces: la angustia de perder el propio trabajo; la angustia de la persona que tiene un trabajo de septiembre a junio y no sabe si lo tendrá el próximo septiembre. La precariedad total. Esto es inmoral. Esto mata: mata la dignidad, mata la salud, mata a la familia, mata a la sociedad. El trabajo negro y el trabajo precario matan. A esto hay que añadir la preocupación por los trabajos peligrosos e insalubres que cada año causan cientos de muertes e inválidos en Italia.” Cita del Papa Francisco en Cagliari, octubre 2017.

En este artículo la intención no es dar lecciones. Simplemente se busca abrir un debate y reflexionar sobre este asunto tabú de la precariedad laboral fomentada desde las administraciones públicas. Recordemos el artículo 35 de la Constitución: “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo”.

Felipe Clemente Morales. Abogado.

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