Ruiz de Padrón

Antonio José Ruiz de Padrón nació en la Villa de San Sebastián el 9 de noviembre de 1757. Sus padres Don Gaspar Padrón y Doña Jerónima Arzola pertenecían a la clase media de la época y además de Antonio tuvieron otros cuatro hijos de los cuales el varón iba a ser también sacerdote, una de las hermanas se hizo monja, la segunda falleció y la tercera tuvo cuatro hijos.

Fué el párroco del lugar quién comenzó iniciándolo en las humanidades y el latín donde mostraba unas excelentes cualidades, las cuales le darían el pase a la orden franciscana de San Miguel de las Victorias en Tenerife.

Tras haber cursado los estudios superiores, su tío Fray Jacinto de Mora lo quiso llevar a la Habana, que poseía por aquel entonces un gran desarrollo económico y cultural. Salió pues, para Cuba, pero la embarcación perdió el rumbo y fue a parar a los Estados Unidos, por lo que Ruiz de Padrón se dirigió a Filadelfia, donde enriqueció sus conocimientos y mantuvo relaciones con ilustres de la iglesia reformadora y hasta con el mismo Benjamín Franklin. En este lugar consigue ya conquistar a las gentes con sus palabras, las cuales eran poseedoras de una gran carga de realismo y tolerancia.

En el año 1789 se trasladó de una vez por todas a Cuba donde escribió sobre la esclavitud que aún reinaba sobre el lugar y dirigió varios sermones. Pera no duró mucho tiempo en este lugar, ya que decidió volver para Madrid en busca de las ideas ilustradas, que tampoco aparecieron, por lo que tanto decidió solicitar un viaje por Europa con la finalidad de conocer más a fondo su cultura y extraer sus propias conclusiones, viaje que en principio le fue negado por sus superiores. Pero fue el papa Pio VII quién le otorgó el permiso para hacer un recorrido por Francia e Italia, para volver a España y desempeñar la función de cura en Quintanilla de Somoza, siendo ocho años más tarde abad en Villamartín de Valdeorras. Llegó también a formar parte de la oposición contra los franceses que en aquella época habían invadido la península desempeñando el papel de vocal de armamentos de la provincia.

En 1812 fue el representante de las cuatro islas menores (Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro) con motivo de la apertura de las cortes constituyentes de Cádiz, donde pidió una Diócesis y una Audiencia para Tenerife y la edificación de la Universidad de San Fernando de La Laguna y la abolición del

Voto de Santiago, consistente en un tipo de Impuesto que debía pagar el pueblo. Pero sería la supresión del Santo oficio o Inquisición lo que iba a dar el brillo que se merecía al ilustre clérigo gomero, ya que fue el uso preciso y detallado de su estudio en contraste con sus justos razonamientos lo que le permitió pisotear a la Santa Inquisición, Es una consecución con muchísimo mérito la suyo, pese a que dicha Inquisición era apoyada por el alto clero y la nobleza (máximo poder social) en un periodo en el que la situación política de España era totalmente inestable. Queda alzada así la figura de un Ruiz de Padrón condenado posteriormente al destierro perpetuo por parte del Tribunal diocesano al ser acusado de delitos tales como no tener en su casa imágenes de santos, ser liberal, no dar limosna y algunos otros.

Su sentencia fue revocada y tras su liberación volvió a ser participe en la reapertura de las cortes de Cádiz como representante del pueblo canario y gallego. Nombrado al poco tiempo maestrescuela de la catedral de Málaga, su salud no es la que ero y decidió partir para Villamartín de Valdeorras y aunque su sueño según dice en una de sus cartas hubiese sido morir en la tierra que le vió nacer, no pudo ser ya que murió el 8 de septiembre de 1883 en Villamartín.

Aunque su tumba, su casa parroquial, iglesia y libro de defunciones hayan desaparecido existe algo que aún pervive tímidamente entre nosotros y que debemos estimular. Se trata de el agradecimiento a personas que como Ruiz de Padrón han apartado algo positivo a nuestra comunidad. Agradecimiento que debemos perpetuar mediante nuestro reconocimiento.

Rubén Cubas Castilla –N°11 de la Revista Eseken

Fuente:  Castilla, R. C. (2000). Ruiz de Padrón. Eseken, n°11, Enero, Febrero y Marzo de 2000, pág. 5.

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