Editorial | Rebelarse no merece homenajes

Al gobernante gomero, por muy de izquierdas que se disfrace, no le interesa lo más mínimo que sean de conocimiento generalizado episodios de nuestra isla asociados a "revuelta", "sublevación" o "rebelión". No le interesa y por eso, como decía Manuel Azaña, "la mejor manera de guardar un secreto es escribir un libro".
Hautacuperche sostiene el gánigo roto
Foto de Alejandro Piñero Amerio

En estos días, que hemos aparecido por sorpresa en algunas redes sociales, algunos se preguntan la razón de nuestro nombre. Por eso ayer en nuestra sección gráfica explicábamos los orígenes de la palabra “Junonia”.

Sorprende que haya quien desconozca el origen de una palabra presente en muchos letreros de nuestra isla, aunque reconocemos que también entre quienes escribimos estas líneas teníamos borrosas referencias. Bueno, tampoco es tan sorprendente si tenemos en cuenta que las instituciones gomeras han favorecido un relato predominante colombino, en el que la gesta de Cristobal Colón ha eclipsado cualquier hito anterior o posterior. Sobre todo la “Rebelión de los Gomeros”, de la que se ha privado a nuestro pueblo no solo de su conocimiento generalizado o el reconocimiento oficial, sino hasta del espacio físico de la cueva de Guahedum, de inestimable valor histórico.

Ocurre lo mismo con la “Gran sublevación de 1762 contra el conde de la isla», más desconocida todavía si cabe. Una “revuelta popular” en la que “clase dirigente, campesinado y el proletariado gomero unen sus fuerzas para intentar acabar con los abusos y la dependencia del régimen señorial, representado por el Conde de La Gomera», anclado en privilegios y opulencia. Mejor no conocer este episodio, a ver si empezamos a encontrar similitudes con la actualidad…

No hablemos ya de hitos como los sucesos de Hermigua de 1933 o El Fogueo, más cercanos en el tiempo y que, con la excusa de la ruptura y devastación generada por la Guerra Civil y la posterior dictadura franquista, han sido totalmente borrados del espacio público. Solo cabe alguna excepción como la avenida Guillermo Ascanio en Vallehermoso, que seguro muchos jóvenes –y no tan jóvenes– se preguntarán hoy en día quién era ese señor.

Tampoco leeremos nada de la “Guerra del Agua” de Valle Gran Rey, más allá del interesante artículo publicado en la revista cultural Eseken hace años. Una lucha que detonó en la primavera de 1948 por los derechos del agua entre Guadá y el Valle Bajo, pero que realmente ocultaba una historia de dominación de clase, abusos e injusticias, cobrándose la vida de una mujer y dejando marca de por vida a otros vecinos del Valle Alto.

La importante labor de algunos historiadores e investigadores, nadando algunas veces a contracorriente del apoyo gubernamental, ha permitido acceder a la información a quienes estén interesados en conocer nuestra historia. Varios diarios digitales de nuestra isla también han publicado durante años artículos de estos autores, además de las publicaciones que se pueden localizar en los archivos de las universidades públicas canarias. Estamos seguros que para algunos responsables políticos gomeros este voluntarismo será suficiente para decir que nuestra historia ya se conoce.

Sin embargo, es obvio que estos episodios no han merecido la atención oficial de ceremonias, ritos ni mucho menos homenajes, más allá de los que les ha brindado la historiografía y la sociedad civil organizada. Al gobernante gomero, por muy de izquierdas que se disfrace, no le interesa lo más mínimo que sean de conocimiento generalizado episodios de nuestra isla asociados a “revuelta”, “sublevación” o “rebelión”. No le interesa y por eso, como decía Manuel Azaña, “la mejor manera de guardar un secreto es escribir un libro”.

Sigamos durmiendo el sueño de los rebeldes.

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