Felipe Clemente Morales. Abogado
“Cada palabra tiene consecuencias. Cada silencio también” J.P. Sartre.
¿Quiere usted ser el objetivo de una campaña pública que le acuse falsamente de ser un delincuente? ¿Quiere sentir las consecuencias de tener mala reputación? ¿Quiere sentir el vértigo de ser declarado culpable por la propagación masiva de miles de “compartir y enviar” desde los teléfonos móviles? ¿Quiere ser el inocente humillado, sentenciado y declarado culpable, sin ninguna prueba en su contra? ¿Quiere ser internado en un campo de concentración y morir asfixiado por gases tóxicos? ¿Prefiere morir ahorcado? Seguro que no quiere ser ese inocente que es condenado a la ahorca. ¿Está seguro de que no es parte de una de las fibras que trenzan la soga que aprieta el cuello del inocente que van a colgar? Imagine sentir en su dedo la responsabilidad y el peso de ese cuerpo inerte.
Una campaña de acoso a una persona puede empezar con un bulo que, según el D.R.A.E., se define como la noticia falsa propalada con algún fin. Al inicio, hemos imaginado un caso individual, aunque esta realidad tiene una vertiente social o comunitaria que es bastante inquietante. Con este artículo me sumo, humildemente, a otras voces más autorizadas que luchan y alertan del peligro que suponen los bulos en nuestra sociedad.
La peligrosidad del bulo “social”, en general, viene dada por varios elementos que podemos despiezar a grandes rasgos de la siguiente forma:
Los receptores infravaloramos la capacidad de los bulos para crear un estado de opinión hostil o favorable a un grupo o institución. Esto facilita la misión del bulo porque no frenamos su mensaje con una barrera de valoración crítica. Si consentimos en abrir la puerta el bulo nos utiliza como un trampolín, lo lanzamos con un “compartir y enviar” que se multiplica exponencialmente.
Los bulos casi siempre tienen un origen o autor desconocido. Esto impide un debate con el autor para contrastar su contenido. El formato del bulo puede ser texto, imagen o vídeo. Los creadores de bulos buscan cercanía y empatizar con todos los receptores de la noticia falsa. Así, por ejemplo, usted nunca recibirá un bulo que le transmita las angustias vitales que le causan a un marqués la burocracia para abrir una cuenta bancaria en Suiza o el pago de la contribución de su palacio. Sin embargo, si recibe las reflexiones de desconocidos que dicen ser trabajadores, autónomos o pequeños empresarios, sobre asuntos tan dispares como remedios milagrosos, políticos o impuestos, salud, etc. El bulo nos llega por algún conocido. Así no genera rechazo, avanza y cruza otra barrera de seguridad. Acto seguido le damos paso. El anonimato en los bulos también alcanza al resto de receptores del mensaje. Tras compartir un mensaje falso perdemos el control del mismo y sus consecuencias.
Los bulos mezclan suposiciones con opiniones y medias verdades sin verificar que parecen reforzar nuestras creencias. Pretenden sustituir a la verdad por una opinión sesgada. En el fondo tienden a coincidir con una idea muy general de lo que pensamos exprimiendo nuestros prejuicios. Los bulos parecen revelar obviedades que se nos habían escapado por tener los ojos vendados. Además, suelen señalar a un grupo o institución como un enemigo o un adversario que se aprovecha de nosotros.
Los bulos son breves y sencillos. Son creados para ser aceptados y asimilados con facilidad por la mayor cantidad de personas posibles. No buscan razonar sino impactar. El objetivo de los creadores de bulos puede ser múltiple como buscar crispación social, manipulación de la opinión pública, deslegitimar instituciones, desacreditar a grupos de personas, identificación de un enemigo como causante de todos los males.
Estos elementos enunciados de los bulos ayudan a que una vez emitidos comiencen a ser reenviados masivamente, extendiéndose exponencialmente, hasta transformarse en una bola de nieve social imparable. Con cada reenvío va creciendo más hasta alcanzar su objetivo que es desinformar y orientar la opinión pública en un determinado sentido.
Para valorar la gravedad y reconocer lo que implica un bulo mediante su transformación en “bola” y saltar a “bala” deberíamos atender a un precedente histórico interesante. Me refiero a Alemania en el período desde el fin de la I G.M. hasta el final de la II G.M. ¿Cómo fue posible que un personaje como Hitler llegase al poder?, ¿Cómo fue posible llevar a un país a la guerra? ¿Cómo se convenció a un país para tolerar la eliminación de de los oponentes políticos y el exterminio de una parte de su población? ¿Cómo atraer a grandes masas de la población hacia la idolatría de un líder y sus locuras?
En resumen, para entender el ascenso de los nazis al poder, con todo lo que sucedió después, hay que detenerse en el contexto y las circunstancias del momento que, a grandes rasgos son las siguientes: la derrota de Alemania en la IGM, humillo al país al imponerle la obligación de pagar inmensas cantidades de dinero en concepto de reparaciones de guerra a los vencedores. Gran parte del esfuerzo productivo se destinaba a pagar esa deuda. La economía del país estaba en una profunda crisis, generando el empobrecimiento de su población. A su vez, había un gran descontento social, por el desempleo y la miseria. El pueblo estaba desengañado de la clase política y sentía que le habían dado una puñalada por la espalda. Una teoría que fue exprimida al máximo por el nazismo. Además, había una gran inestabilidad política. Todo empeoro más aún con la gran depresión económica de 1929 debido a la gran dependencia de la economía exterior.
En ese ambiente caótico el nazismo, con la ayuda económica de una parte de las grandes empresas, fue tomando cada vez más fuerza a base de combinar propaganda y terror. Crearon un estado de engaño mediante una potente maquinaria propagandística basada en imágenes fuertes y mensajes simples. Así magnificaban su presencia con la intención de atraer hacia su ideario a las grandes masas descontentas de la población, para ello utilizaron toda la nueva tecnología de la época disponible, como el cine. A pesar de todo, Hitler no gana las elecciones, pero logra ser nombrado canciller. El Reichtag, el parlamento alemán está paralizado. Mientras la clase política es despreciada por gran parte de la población que está decepcionada y es manipulada por la propagada. De repente, el gran golpe de suerte, el incendio del parlamento. Se inicia la caza del opositor político. Hitler logra que le sean otorgados plenos poderes con el decreto para la protección del pueblo y del Estado. Después vendrían paso a paso la eliminación de las libertades del pueblo, de la oposición, del disidente, el exterminio, la guerra, el desastre.
La similitud de aquella propaganda con la forma de producir hoy los bulos es inquietante. Se atribuye a Hitler la frase “toda propaganda debe ser popular y tiene que adaptarse a la comprensión del menos inteligente de aquellos a los que pretende llegar”. Así mismo, Goebbels diría: “Una mentira mil veces repetida se transforma en verdad”.
La lección que nos deja la historia es que la propaganda nazi fue utilizada para acceder al poder político y llevar a un país a la barbarie de la guerra y al exterminio. Los bulos tienen una evolución semejante, hay que ser cautos, no permitir que se transformen de bulo a bola y nos lleven hasta las balas. Por tanto, se recomienda ser conscientes del peligro que entrañan los bulos. No infravalorar este fenómeno. No permitir que nos utilicen como instrumento de transmisión de falsedades. Tener en cuenta, como señala J.P. Sartre que “cada palabra tiene consecuencias, cada silencio también”. En conclusión, si le llega un bulo sospechoso y desconfía de su intención o su autoría, no lo comparta. No sea una fibra más en la soga de la horca, ni sea un eslabón más de la cadena con la que van a atar su libertad o la de otra persona. Seamos responsables cortando la reacción en cadena de los bulos. Si no mejoramos el mundo que nos rodea tampoco lo empeoremos.