EL ERRÓNEO CONCEPTO DE LA CIUDAD INTELIGENTE

Erróneamente se identifica con frecuencia la ciudad inteligente (Smart city) con la digitalización y el sensorizado. Es verdad que la innovación y la tecnología van unidas al desarrollo de las ciudades del futuro, pero estas no deben ser un fin en sí mismo, sino un medio para la mejora y calidad de sus ciudadanos. De hecho, hay ciudades con grandes inversiones en tecnología que no han conseguido convertirse en ciudades inteligentes y otras como Viena o Copenhague, consideradas las más Smart sin necesidad de gran sensorización.

Un ejemplo de este erróneo concepto es la “Smart city” de Santander al norte de España. Se hizo famosa hacia el año 2015 por tratarse de la ciudad más sensorizada del mundo. Ya en 2009 contaba con 12.000 sensores, mientras Belgrado (Rep. Serbia), Lübeck (Alemania) y Guildford (Reino Unido) sumaban 20.000.[1] Se trata del fracaso de la sensorización. Actualmente los sensores no estan lo suficientemente avanzados para su venta en masa y siguen siendo experimentales en muchos casos. Pensemos en la instalación de sensores para buscar aparcamiento. Sería necesaria la contratacíon de expertos técnicos que puedan dar un mantenimiento regular a estos sensores, quizá durante décadas. Ademas de los costes que implicarían sus instalaciones y la posible intervención en infraestructuras urbanas. Sin esta segunda inversión que refuerce la primera, no tendría sentido el gasto aportado. Igual de importante es el análisis y monitorizado de los datos para ser luego aplicados a la mejora de la calidad de vida en las ciudades.

Tras la sensorización masiva de la ciudad en 2015, Santander se convirtió en una de las ciudades más “Smart” del mundo, apareciendo en portadas de periódicos y siendo referente mundial en tecnología. Para esto fue necesario una inversión de una ingente cantidad de dinero público, subvencionado por la unión europea. La realidad es que a parte de la fama que le dio a Santander, esta sensorización no ha cambiado la ciudad, ni la vida de sus habitantes tal y como recogen algunos estudios. Como el elaborado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), en colaboración con investigadores del Instituto Suizo de Salud y la Universidad de Utrecht (Países Bajos), en el cual a principios de este año 2021, dieron a conocer los datos de contaminación en España, siendo Santander la tercera ciudad española con la peor calidad de aire debido a la gran cantidad de vehículos que circulan en ella. Siendo, además, una de las ciudades donde menos se ha avanzado en movilidad sostenible y transporte público. Por lo tanto, de poco han servido los sensores de calidad del aire y de aparcamiento implantados desde el 2015. [2]

Otro ejemplo es el pueblo de San Sebastián en la isla de la Gomera (Islas Canarias). En sus calles fueron colocadas 11 papeleras inteligentes con sensores de llenado, también sufragado con dinero público.

En un primer momento, políticos y medios, expusieron los beneficios que estas papeleras contribuirían a la zona, teniendo una buena aceptación por parte de la ciudadanía. Después de medio año, la tecnología implantada en estas papeleras al funcionamiento de los servicios publicos, no paso de anecdótica. Además, no ha sido solucionado el problema de los residuos y la recogida selectiva que sigue padeciendo el municipio. [4]

De acuerdo con el informe «Cisco Industry Survey 2017» (CISCO, 2017), un 75% de los proyectos IoT finalizan en fracaso, siendo la causa más común (en un 65% de los casos), la subestimación de la complejidad de construir y desplegar un sistema de este tipo. Dentro de las múltiples causas que generan esta complejidad, la mas habitual es la sensórica. [3]

En el año 2017, se esperaba que para 2020 las ciudades inteligentes tuvieran un despliegue cerca de un trillón de sensores y demás presentándolo como el primer problema para el éxito de los proyectos Smart City a nivel global. [3]

El primer reto es la alimentación de este ingente número de sensores (tanto por la cantidad de energía demandada como por la complejidad en su suministro).

En el caso español, la totalidad de los diferentes proyectos de Smart City incluyen exclusivamente sensores de bajo coste (sensores cuyas mediciones no están avaladas por ningún organismo oficial de certificación de acuerdo con normativas europeas).

Si las ciudades inteligentes son aquellas que se basan en la información para la generación de nuevos modelos de servicio público, adaptados a las necesidades de los ciudadanos, entonces la veracidad de los datos es vital. No es viable adquirir e instalar sensores sin un tratamiento especializado de los mismos para su configuración, calibración y mantenimiento. Al menos no, si el objetivo es la obtención de datos reales para mejorar la vida de las personas, y es aquí donde habría que poner el foco. Para que el concepto Smart City no fracase, la ciudad debe enfocarse en sus ciudadanos.

La creación de este “ecosistema” debe servir para que cada individuo cuente y aporte en este mundo de conectividad y movilidad. trabajando de manera coordinada, haciendo a los ciudadanos más partícipes, generando informaciones con y para las personas.

[1] Gobierno de Santander. (2015). Smart Santander, [online] https://www.smartsantander.eu/?template=retro [18.11.2021].

[2] Llanor, R. P. (21 de marzo de 2018). El futuro pasado, [online] https://www.eldiario.es/cantabria/primera-pagina/futuro-pasado_132_2211303.html [18.11.2021].

[3] Zeine, H. (16.06.2017). The Problems With Smart Cities, [online] https://www.forbes.com/sites/forbestechcouncil/2017/06/19/the-problems-with-smart-cities/?sh=1c9a67fd6067 [18.11.2021].

[4] El Dia. (2021). La capital estrena once papeleras inteligentes, [online] https://www.eldia.es/la-gomera/2021/02/26/capital-estrena-once-papeleras-inteligentes-35649341.html [26.02.2021].

Autor

  • Tomás Alonso Hernández

    Arquitecto por la Escuela de Arquitectura de Las Palmas de Gran Canaria. Ha colaborado en importantes proyectos internacionales como King Khalid Interchange (Riad) o proyectos en Seestadt, para la actual ampliación de la ciudad de Viena. También ha ganado varios premios de arquitectura en el estudio Kronaus. Es miembro de la cámara de Arquitectos de Viena y colabora con la organización Milat-Austria, donde imparte cursos de BIM (Building Information Modeling). Actualmente se encuentra haciendo la maestría de Integrative Stadtentwicklung – Smart City en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Viena.